¿Cómo propiciar el cambio en orientación educativa?

Fotografía de María José G. Corell

María José G. Corell escribe una entrada en la que cuestiona, de una forma provocadora y rompedora, el modelo de intervención en inclusión y orientación educativa, intentando movernos hacia la desobediencia, la acción y el cambio. 

Ha pasado un año de mi artículo “Sobre dictámenes de escolarización y prácticas obsoletas” y han pasado muchas cosas, pero, lamentablemente, las prácticas en orientación educativa siguen siendo las mismas que hace un año, que hace diez… No tenemos que cambiar a los niños y niñas. Tenemos que cambiar nosotros y nosotras. Mi pregunta es: ¿Cómo propiciar el cambio?

Indefensión aprendida y tolerancia a la incongruencia.

Las personas que trabajamos en orientación y educación hemos adquirido una especie de indefensión aprendida (dice la wikipedia que la indefensión aprendida es “la condición de un ser humano o animal que ha «aprendido» a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación aversiva”)

Hace un año compartía una conversación con una niña de 6 años, alumna de 1º de Educación Primaria:

 -¿Qué es lo que más te gusta del colegio?

– Las vacaciones.

Hoy he tenido una conversación con un maestro, hablando sobre la escuela y cómo se aburre el alumnado, me contaba que él les dice que esto es temporal, que pasará y luego podrán hacer algo que les guste más

¿Eso no es triste? – le digo. Podrían pasarlo bien ahora y aprender de otro modo, que viniesen contentos, con ganas de venir…

– Y ¿qué quieres que hagamos? Yo estoy de acuerdo contigo. Pero, donde fueres, haz lo que vieres.

Me sorprende la tolerancia a la incongruencia que tenemos. No debería sufrirse la escuela, no. Creo que lo que antes podemos cambiar es lo que nos molesta, por eso, tal vez, haciendo ver el daño que hacemos, confrontándonos con el sufrimiento y el dolor que provocamos, podría ser un camino al cambio.

La orientación educativa ante la inclusión: derribando barreras mentales.

Fotografía de María José G. Corell

En orientación educativa hemos asumido el papel que se nos ha asignado sin cuestionar lo que estaba establecido y lo que se nos demanda. Es como si no hubiese nada que pudiéramos hacer por cambiarlo. Tanto es así, que no nos planteamos cambiar aquello que es obvio que no funciona, aquellas prácticas que, no solo no ayudan, sino que están perjudicando ya que con ellas “demostramos” que es el niño o la niña los que no encajan.

Sin pararnos a pensar que lo que hay que cuestionar y cambiar es aquello que hace que no encaje. Empezando por las barreras mentales, por las concepciones limitantes y, a partir de ahí, las prácticas que estas concepciones conllevan.

Por ejemplo, el informe psicopedagógico tiene un formato determinado porque alguien (nosotros/as) lo ha hecho así. Cuando un niño o niña no «encaja» en este informe solo encontramos la posibilidad «forzar» la información, los datos que tenemos (qué triste suena esto) para no tener que cuestionar, replantear el contenido y el formato del informe, porque el informe es así, y, al igual que el informe, otros documentos, programas de gestión, etc. ¿Qué nos queda, pues?, ¿acudir al mal menor?, ¿vale cualquier cosa para hacer que encaje? ¿No sería más fácil cambiar el informe? ¿Cambiar los otros documentos, programas informáticos de gestión, etc.?

La evaluación psicopedagógica se ha desvirtuado (si es que alguna vez tuvo virtud) por un lado, porque evaluamos o nos derivan a evaluar a muchísimos niños y niñas que es imposible realizarla en unas mínimas condiciones (recordemos que la UNESCO orienta a tener una ratio de 250 alumnos por orientador/a), y por otro, porque cada vez es mayor el número de alumnos/as que “sobran” en las aulas.

Tampoco podemos obviar el contenido nefasto de los informes que realizamos. Además, están las razones por las que nos derivan tal cantidad de solicitudes de evaluación. Una de esas razones es la de la homogeneización del alumnado que se pretende para que encajen en un sistema que claramente no funciona. Pero como dice Nacho Calderón Almendros, mientras cuestionamos al alumnado no nos cuestionamos todo lo demás. Me ha pasado en algún curso que, en una clase, al inicio de curso «le sobran» tres alumnos, a mitad de curso ya son cinco y al final puede haber entre siete y diez descolgados de lo que está pasando en la clase. Claramente el número de alumnos/as derivados a evaluación psicopedagógica ha aumentado y sigue aumentando cada curso escolar. Cada vez hay mayor número que no encaja. Cuando estén todos fuera, cambiaremos el continente.

Nuestra responsabilidad es la de entrar a ese juego perverso, preferimos hacerlo de cualquier manera (sin un mínimo de responsabilidad/calidad/utilidad …) en vez de plantar cara y decir: ¡¡¡basta ya!!!

Porque si nos planteamos, desde las prácticas generalizadas que estamos llevando a cabo ahora mismo, ¿qué es actualmente la evaluación psicopedagógica? Es el proceso, a través del cual justificamos el orden establecido, contribuimos a no analizar lo que pasa y le pasa a la escuela, facilitando así, que no se cuestione el sistema, y, en cambio, hacemos ver que es el alumno el que no encaja: «¡Este niño el año que viene aquí no lo quiero!»; «Ese del que te dicen ¿que no te lo llevarás de aquí?»; «El que chupa muchos recursos»; «Ese que tiene discapacidad cognitiva y además da problemas de conducta». Maneras de excluir… Sí, algunas personas hemos dicho ¡¡BASTA YA!!, nos rebelamos y nos negamos a hacer lo que nos mandan sin rechistar, presentamos batalla, nos hacemos oír y damos “problemas”, somos incómodos, desobedecemos, pero… ¿cuánto tardará en llegar otro/a profesional a realizar una nueva evaluación psicopedagógica al mismo alumno/a? Es decir, donde un/a orientador se ha plantado y ha dicho NO, viene otro/a orientador/a detrás a “arreglarlo”. Detrás vendrá la siguiente evaluación, que sí obedece (esto está pasando). Por eso creo que tenemos que molestar conciencias.

Cada día me doy más cuenta de que el niño o niña son perfectos, pero patologizamos la diversidad. Solo desmontando la idea de normalidad y dejando de buscar esa pretendida homogeneidad podremos apreciar a cada quien por lo que es y los valoraremos por lo que son. Ya que ningún alumno/a es igual a otro/a

Me gustó una idea que transmitió Joan Jordi Muntaner en el XIV Congreso Internacional de Educación Inclusiva (Oviedo, 3 al 5 de abril de 2017) que venía a decir que hay que dejar de centrarnos en las dificultades de la persona para centrarnos en qué oportunidades le ofrece el entorno. La evaluación psicopedagógica podría ir por ese camino.

Pero muchas personas son excluidas a través de los dictámenes de escolarización, cada vez en mayor número e incluso en nombre de la «inclusión». Y sí, los equipos de orientación tenemos un debate improrrogable, y ni siquiera lo sabemos (¿o no queremos saberlo?).

De la misma manera que el mapa no es el territorio, un informe no es un niño.

Por tanto, si consideramos que el niño/a es correcto y perfecto tal como es (porque no puede ser que el niño o niña esté equivocado), no tenemos más remedio que cambiar el resto: tiempos, espacios, metodologías, materiales, y -¿por qué no?- currículum, contenidos, y tantos elementos como haga falta para que todo el alumnado se sienta reconocido, querido, valorado…

Derecho a estar, participar, progresar y… titular.

Cuando hablamos de educación inclusiva suele haber alguien que menciona la palabra recursos. Los equipos directivos y docentes dan argumentos de este tipo a las familias: «No han venido las ayudas, no tenemos PT, los recursos, los recursos, los recursos«. Unas personas han dicho que tu hijo esté aquí, pero ellos no están (refiriéndose al equipo de orientación que ha hecho el dictamen). Y tú, ¿qué haces? – piensa la madre. Las familias detectan que los profesionales no sabemos, que no estamos preparados y nos queda grande «lo de la inclusión», cuando las reuniones decimos estas perlas sobre sus hijos e hijas: «Es que no está al nivel«. «no puede estar con el resto«, «Ha tenido retrocesos«… O cuando tenemos determinados gestos, que parecen pequeños, pero que demuestran que ciertamente no estamos preparados, porque significan un trato diferente, refleja que los consideramos diferentes.

Por supuesto que pido trabajar en las condiciones más favorables y esto pasa por solicitar los recursos que se consideren necesarios. Y claro que la formación es necesaria y nos hace falta.

Siempre que salen a relucir los recursos me acuerdo de Silvana Corso y relato cómo es el centro que ella dirige. Si lo ves, coincidirás conmigo en que lo de los recursos es una excusa más para seguir excluyendo. Como dice Silvana «la mayor barrera es la mental, si derribas esa barrera, todo lo demás es posible.»

Cuando el problema es la solución. Cambio y resistencia al cambio.

Ando dándole vueltas al tema del cambio y las resistencias al mismo. Según Paul Watzlawick existen dos tipos diferentes de cambio: uno que tiene lugar dentro de un determinado sistema que, en sí permanece inmodificado, y otro, cuya aparición cambia el sistema mismo. Por ejemplo: una persona que tenga una pesadilla puede hacer muchas cosas dentro de su sueño: correr, esconderse, luchar, gritar, trepar por un acantilado, etc. Pero ningún cambio verificado de uno de estos comportamientos a otro podrá finalizar la pesadilla (cambio-1). El único modo de salir de un sueño supone un cambio del soñar, al despertar. El despertar, desde luego, no constituye parte del sueño, sino que es un cambio a un estado completamente distinto (cambio-2).

Es decir, el cambio-1 es el que se produce dentro de un determinado sistema, un cambio que no cuestiona el sistema ni los modelos mentales desde donde vemos aquello que queremos cambiar.

El segundo tipo, cambio-2 es el que supone cambiar el propio sistema, la forma en que enfocamos la situación. Este segundo cambio implica adoptar una mirada diferente, cambiar “el observador”.

Watzlawick pone como ejemplo el problema de los nueve puntos que deben ser conectados entre sí mediante cuatro líneas rectas sin levantar el lápiz del papel.

Casi todos los que intentan por primera vez resolver este problema introducen como parte de la solución un supuesto que hace esta última imposible. El supuesto consiste en que los puntos constituyen un cuadrado y que la solución debe hallarse dentro de este último, condición autoimpuesta que no está contenida en las instrucciones. Así pues, el fallo no reside en la imposibilidad de la tarea sino en la propia solución intentada. La solución consiste en un cambio tipo dos, en abandonar el campo en el que se intenta la solución y al que no puede estar contenida…

Aunque no lo parezca, este problema de los puntos está relacionado con el cambio que muchas personas pretendemos en las prácticas de la Orientación Educativa. Y lo pienso porque puede ser que estemos cometiendo un error de enfoque al pretender generar un cambio dentro de los paradigmas que han generado la dificultad (cambio de tipo 1), cuando lo que se necesita es un cambio de perspectiva (cambio de tipo 2).

Además, tal vez estemos intentando una solución cuando una gran parte del sistema sigue negando que el problema lo sea en realidad, lo que lleva precisamente a no hacer nada para solventarlo, incluso oponerse al mismo mostrando mayor resistencia (esta resistencia se percibe claramente en lo que yo llamo enroque del sistema).

Fotografía de María José G. Corell

Por tanto, ¿puede ser que sean las acciones que se llevan a cabo para promover el cambio que se desea, las que se convierten en generadoras de un problema que puede ser incluso mayor que el existente?

Dice Watzlawick, en su libro Cambio. Formación y solución de los problemas humanos (Watzlawick, Weakland y Fisch. Herder, 1995):

…muy lejos de ser imposible, el cambio 2 constituye un fenómeno que se da cotidianamente: la gente encuentra nuevas soluciones, los organismos sociales son capaces de autorrectificación, la naturaleza encuentra siempre nuevas adaptaciones y el proceso total de los descubrimientos científicos o de la creación artística se basa precisamente en el paso dado desde una urdimbre vieja a una nueva urdimbre. De hecho, el criterio más útil para juzgar la viabilidad o salud de un sistema es exactamente aquella extraña capacidad, fuera de lo común, que demostró el barón Münchhausen cuando se sacó a sí mimo del cenagal tirándose de su propia coleta. Pero la aparición del cambio 2 es considerada corrientemente como algo incontrolable e incluso incomprensible, como un salto cuántico, una súbita iluminación que sobreviene de modo impredecible al final de un prolongado parto mental y emocional…”

Según este autor los problemas surgen ante situaciones no deseadas que se encuentran frente “a callejones sin salida, situaciones al parecer insolubles, crisis, etc., creados y mantenidos al enfocar mal las dificultades”.

En el caso de la Orientación Educativa y con más preguntas que respuestas, creo que está claro que necesitamos un cambio tipo 2. Por tanto, podemos preguntarnos: ¿Qué consideramos como no deseado? ¿Para quién? ¿Qué se necesita, pues, para cambiar?, y ¿Para que el cambio a realizar sea un cambio tipo 2? ¿Cómo enfocar el problema y cómo enfocar la solución? Se admiten propuestas, más preguntas y respuestas. ¿Cómo tirar de nuestra propia coleta para salir del “cenagal”?

Incomodar conciencias.

El año pasado se organizó en Valencia el Congreso de Educación Inclusiva, dentro de la Primavera Valenciana, y ¿qué ha cambiado desde entonces? Nada, NA-DA. Estaba y está por salir nueva normativa que regule diferentes aspectos sobre educación (afortunadamente acaba de ser retirado un borrador que pretendía regular la evaluación psicopedagógica desde la “inclusión”).

¡Qué PEREZA da cambiar!, ¿verdad? Como me dijeron en una Comisión de coordinación pedagógica en un colegio: «Eso de la inclusión, si tiene que llegar, ¡ya llegará!»

Mientras el sistema se enroca seguimos enviando al alumnado a centros específicos, a aulas específicas, a programas para alumnos con necesidades «especiales» o van cambiando de colegio porque en el que estaban no los quieren… «Este niño el año que viene aquí no lo quiero» este fue el recibimiento que me hizo el equipo directivo en un colegio al llegar en septiembre, frase que me repitió el equipo directivo a lo largo de aquel curso.

Seguimos maltratándolos de muy diversas formas. Alguna que ni siquiera imaginaba que pudiera existir, a la que no paro de darle vueltas a la cabeza, como la imagen de un pez en su pecera.

No se trata de tolerancia, se trata de derechos. Se trata de RESPETO. Se trata de cuidar el lenguaje, como comentábamos el otro día en una interesante conversación, tras la respuesta a una pregunta sobre una alumna:

-Fulanita ¿qué problema es?

-Fulanita no es un problema, fulanita es una niña.

Lo siento, pero no podemos ofender de este modo y quedarnos como si nada.

Mientras, trato de incomodar conciencias. Esto va por mi (y por todos mis compañeros, como decíamos en los juegos infantiles).

Fotografía de María José G. Corell

Llamar a la desobediencia para cambiar la orientación educativa.

“Hacer una escuela justa es, necesariamente, desobedecer al proyecto educativo hegemónico de la escuela actual.” (Nacho Calderón Almendros, 24-5-2017).

Fotografía de María José G. Corell

Cada día me doy más cuenta de la importancia de la desobediencia, de cuestionar críticamente cualquier mandato en cualquier ámbito de nuestra vida. Y cómo nos han inculcado todo lo contrario (sobre todo en la infancia, pero no solamente): que ser buena «niña» (chica, ¿mujer?, persona) es ser obediente, hacer caso… Y seguimos educando en la obediencia en el «portarse bien».

Como dice mi amiga Saloua: Ser desobediente es mucho más complejo y doloroso, a la vez que necesario y decisivo ¿Hasta qué punto me atrevo a desobedecer? Desobecerse hasta a una misma, porque si no salgo de mí misma, si no salgo de lo que sé, si no salgo de lo que tengo establecido, si no salgo de “lo que toca”, del “esto es así”, no cambia nada. Tenemos mucho que desaprender y desobedecer, pero cada vez somos más las personas que pensamos que otra escuela es posible.

Quiero finalizar con la frase de un alumno, que tras una sesión de trabajo en el aula hizo este maravilloso resumen, que puede resumir también el trabajo que los equipos de orientación estamos llamados a hacer:

“Si una semilla está en un terreno que no es adecuado, no hay que cambiar la semilla sino el terreno.” Diego, 6° de Educación Primaria

Fotografía de María José G. Corell

¡¡¡Que tengáis muy buen y desobediente fin de curso!!

María José G. Corell

 

María José Gómez Corell

Orientadora en Comunitat Valenciana

12 comentarios en “¿Cómo propiciar el cambio en orientación educativa?

  1. Gracias a María José G. Corell por una entrada que nos hace reflexionar sobre lo que hacemos y sobre cómo introducir cambios necesarios en orientación educativa. Una entrada perfecta para cerrar el curso… aunque el viernes 30 de junio tenemos una entrada más de Colectivo Orienta con una sorpresa, no os la perdáis.

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  2. Ayer, en esa tierra Asturiana tan verde y llena de vida, soñé junto a un numeroso grupo de profesionales (orientación, PT y AL) en otra forma de entender la diversidad y las diferencias en las escuelas. Hablamos sin miedo sobre las contradicciones de la escuela, y la necesidad de tomar partido consciente en ellas. Porque de no hacerlo, la burocracia lo hace por nosotros. Y cuestionamos lo incuestionable: las evaluaciones psicopedagógicas, las concepciones sobre esos niños y niñas nombrados por la discapacidad, los dictámenes de escolarización, la normativa que está en contra de la Convención y de toda ética con la infancia…
    Una orientadora me dijo por escrito que se había emocionado, después de mucho tiempo de desencanto con su labor. Pues hay que defender esa emoción, que brota cuando hacemos los debates necesarios, que van al fondo de la cuestión, y que no se quedan en transformaciones burocratizadas y superfluas. Las escuelas tienen que pensar a quién sirven, porque no es lo mismo estar al servicio del alumnado que ponerse de rodillas ante el mercado. La escuela que educa colisiona con la escuela que clasifica.

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  3. Gracias por este hermoso canto por el cambio en a perspectiva de la orientación. Encantada de conocer a alguien implicado en algo tan necesario como salir de esta zona de confort educativo que ya dura casi un siglo. Os invito a ojear mi blog (laorienta doradesorientada. rakelbarle@blogspot.com) donde hablo de este tema en varias entradas desde 2010. Inclusión real, etiquetas banales, evaluaciones exprés, oposiciones infames, etc, etc… Lo dicho. Un placer.

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  4. Pingback: Repensar la evaluación psicopedagógica (II). | Colectivo Orienta

  5. Pingback: ¿Tenemos miedo a los “efectos secundarios” de la evaluación por alta capacidad? | Colectivo Orienta

  6. Me encantó este articulo.Esyudiando la carrera de educafira social y veo que pasa lo mismo que cuando estudie el bachiller.Me hicieron repetie primero por tener dislexia y ahota estoy carrera y saco muy buenas notas.El sistema le encanta clasifkcar y etiquetar gosa que no ayuda para nada.

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  7. Pingback: ¿Tenemos miedo a los «efectos secundarios» de la evaluación por alta capacidad? – LA REBELIÓN DEL TALENTO

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