La salud mental en la escuela.

En este segundo artículo sobre Salud Mental en la escuela, Juan José Millán trata sobre algunas de las conductas que más solemos observar en los centros. Además, hace referencia especial a las conductas suicidas, posiblemente la gran ignorada, pero una de las más importantes por prevalencia e impacto en todos los ámbitos.  

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Fuente de la imagen: Pixabay

Desde hace varios años, tanto en el trabajo a nivel escolar como en consulta, mi equipo y yo acostumbramos a aplicar diferentes pruebas de screening en lo relacionado con la ansiedad y la alteración del estado de ánimo. La razón de incluir estas pruebas en nuestros procedimientos de evaluación tuvo su origen cuando observamos en una revisión epidemiológica que realizamos en el año 2008 a nivel no escolar (y que desde entonces realizamos bianualmente) que las muertes por suicidio en población infantojuvenil superaban a las de accidentes de tráfico como causa de muerte no natural. Cuenta de este dato la da el gráfico 1:

Gráfico 1  (fuente INE)

Según puede observarse tras analizar los datos en el Instituto Nacional de Estadística, los gráficos son realmente llamativos.

El gráfico 2 presenta la evolución de muertes por suicidio en población entre los 10 y los 14 años entre el año 2012 y 2015, es decir, en niños desde 5º de Educación Primaria hasta niños de 2º de la ESO.

Gráfico 2 (fuente INE)

Este gráfico es muy llamativo. A nivel absoluto debe ponernos sobre alerta y hacer que nos replanteemos la situación de la orientación escolar en algunos campos. Véase que el suicidio no se presenta de la noche a la mañana, por lo que si un estudiante de 5º Primaria (de los que ya entran en esta gráfica) pone fin a su vida de forma intencionada, el origen de la situación que le conduce a llevar a cabo dicha medida se inicia en el primer o segundo ciclo de Primaria, por tanto, en los Centros de Primaria es esencial contar con herramientas de identificación, programas de prevención y una buena batería de medidas de sensibilización familiar con respecto a este tema.

Pero es que además, estas medidas y dicha atención no debe cesar en la Educación Secundaria, ya que a tenor del gráfico 3 que nos resume la tasa de suicidio en población entre 15 y 19 años, no es una situación que salve en dicho periodo escolar.

Gráfico 3 (fuente INE)

Nótese que en estos gráficos no se encuadran aquellos intentos autolíticos frustrados, ni tampoco a la población de las edades descritas que presenta un cuadro diagnosticado ni no diagnosticado de depresión. Directamente habla de la evolución de muertes, de suicidios.

¿Qué está sucediendo con nuestros niños y adolescentes? Creo que no es muy complejo ser consciente de que los procesos depresivos en escolares son frecuentes, crónicos y recurrentes. Los pronósticos de cuantos trastornos depresivos cursan en este periodo son complejos, en primer lugar por su comorbilidad, es decir, cursan junto a otros trastornos y, además, su identificación es muy compleja y pocas veces es posible llevarla a cabo. Esto es así, en una gran parte, porque los síntomas de la depresión en niños varían y en muchas ocasiones se confunden con aspectos de carácter evolutivo en lo referente a sus cambios emocionales que por edad les pueden corresponder. Además, en los niños, las alteraciones anímicas suelen mostrar un alto componente de irritabilidad, lo que genera una gran confusión a un ojo no entrenado en población infanto-juvenil, ya que dicho aspecto, no suele concursar en los procesos depresivos de los adultos.

Con el tema de los trastornos de la conducta alimentaria nos sucede igual. Los últimos estudios señalan una incidencia del 4,5% en población escolar en España (de los que sólo el 10% serían varones). ¿Cuántos estudiantes hay en un Colegio? Pensemos que según este valor, en un Colegio con 100 alumnos tendríamos a 4 en los que un trastorno de la conducta alimentaria estaría concursando. ¿Vemos esta cifra identificada en nuestro Centro? ¿Por qué no? Abramos los ojos, tenemos alumnos sufriendo esta situación y no los hemos identificado.

Durante el pasado curso escolar, a nivel de consulta, encontramos puntuaciones altas en ansiedad en el 85% de los escolares evaluados (y evaluamos a muchos). La ansiedad medida en estado y en rasgo y valorada de forma cualitativa hacia diferentes elementos y aspectos del día a día es una realidad en los niños, a los que cada vez les toca más vivir en un mundo parecido al de los adultos: tienen horarios parecidos a los laborales (clases, extraescolares, etc.), les apuntamos a campamentos en Navidad, Semana Santa, verano, fines de semana (con lo que sus vacaciones son como las del trabajador), manejan las mismas herramientas que el adulto (telefonía, ordenadores, apps, etc.) y viven en un mundo en que sus padres acumulan también elevadísimos niveles de ansiedad, con lo que el aprendizaje de la conducta ansiosa está en casa. ¿Le dedicamos tiempo a la educación emocional de nuestros hijos? No hay que ser un experto en ésta para preguntarle cómo se siente el personaje de un cuento, el animalito de una película de dibujos, o el protagonista de una canción que cantamos con ellos…. Pero claro, tampoco tenemos tiempo para leerles cuentos, ver películas con ellos (sin que el teléfono o tablet esté más tiempo en nuestros ojos que nuestro propio hijo) o cantar canciones con ellos.

Desde el Centro escolar, la necesidad de contar con un experto en salud mental es crítica. Los orientadores a día de hoy no tenemos tiempo. Siempre nos quejamos de lo mismo, pero es que cada vez nuestro trabajo, al menos mi sensación es así, es más demandado por docentes, familias y alumnos. Cada vez nuestros estudiantes tienen más necesidades, y cada vez los profesores están más perdidos debido a la amplísima diversidad que encontramos en cada aula, la cual se incrementa sobremanera curso tras curso llevando al docente a un extremo peligroso para su integridad y estabilidad emocional. Un experto en salud mental en el Centro podría implementar con gran éxito programas de prevención de conductas autolíticas, alteraciones del estado de ánimo, alteraciones de la conducta alimentaria. Podría formar a profesores y familias en la detección de indicadores de riesgo, ampliar a las casas pautas y estrategias… No es que los orientadores, cada día más polivalentes por necesidades del guión, seamos incapaces de hacerlo, es que este tema es vital, en el sentido más estricto de la palabra, y no podemos relegarlo a eso que hacemos entre adaptación, evaluación, informe, reunión con padres y diseño del PAT, entre otras muchas cosas de nuestro día a día.

Desde la consulta, cada vez sentimos más la necesidad de encontrar en los Colegios expertos en esta área. El seguimiento y la atención a niños con patología clínica muchas veces queda descubierto. Es que los orientadores, resulta que somos especialistas en materia escolar y educativa, además de Psicólogos, encontramos Psicopedagogos y Pedagogos, ninguno de los tres de una rama clínica y, aunque claro está que los Colegios no son Centros de Psicología ni de Psiquiatría, hemos de atender la realidad de una población escolar que va igualando drástica y tristemente, los niveles de dificultades de aprendizaje con los de dificultades encuadradas dentro de la salud mental.

Foto Pixabay.

Si todos los orientadores ya nos las vemos y deseamos para lograr 1 hora más de orientación en cada Colegio. Si cada día todos los que nos dedicamos a la orientación educativa tenemos que pelear con superiores jerárquicos, no técnicos en la materia, para hacerles comprender lo fundamental de ciertas medidas. Si muchas veces se nos puentea y no se nos escucha como es debido y termina quedando la sensación de que la medida o acción que queremos implementar nos proporciona algún tipo de bienestar o extraño placer y que por ese motivo estamos tan empeñados en llevarla a cabo. Si a nuestros mil cometidos del día hemos de sumar el de “pelear” aspectos esenciales… ¿Cómo vamos a llegar ahora al Centro a contar que necesitamos un profesional de la salud mental? A mí se me hace extraño, no obstante, hemos de pintar la realidad ante los ojos de la administración y de los que llevan los números y toman decisiones en los Colegios y enseñarles el cuadro: nuestro alumnado cada vez presenta más problemas de salud mental y no tenemos una estructura adecuada en los Colegios para atenderla. ¿Derivamos todo a centros externos? ¿Todo? ¿Y el seguimiento desde el Colegio? Y las familias… ¿cómo se van a tomar una derivación a psiquiatría o psicología clínica si su hijo “no está loco”?. Tristemente lo tenemos crudo. Desde las consultas, ¿cómo nos quedamos cuando el orientador de un centro nos indica que no es clínico y no está acostumbrado al manejo de ciertos cuadros? Comprendemos perfectamente la situación, no obstante, entramos en pánico cuando tenemos que coger con pinzas la información que nos llega desde un Colegio (sin ningún tipo de menosprecio hacia ningún orientador, por supuesto). Y es que, no sólo hablamos de depresión, ansiedad o TCA, no. Hacemos referencia también a seguimiento de aspectos relacionados con conductas de acoso escolar que entran en el campo clínico, maltrato infantil, abuso infantil y adolescente, malos tratos hacia uno de los progenitores, etc. Cuando nos da por rascar, y suele suceder con frecuencia que nos da por ello, encontramos panoramas terroríficos.

Ya hace tiempo se habló de esa ratio 1:250 del orientador en los Centros… ¿de qué ratio estaríamos hablando ahora? Me conformaría con la ratio 1:1, es decir, un especialista en salud mental por Centro. Con ello, generaríamos un impacto muy significativo en la vida de cientos de escolares. Hasta entonces nos tendremos que conformar con la insistencia en las derivaciones, con leer constantemente actualizaciones en pediatría y psiquiatría, con hacer cursos de salud mental en población infanto-juvenil y, lo que siempre será esencial, tener los ojos muy abiertos y abrírselos a todo el cuerpo docente, a todas las familias y a todo el personal de administración y servicios, tan importante como olvidado éste último colectivo, en la detección de muchas situaciones (cómo comen los alumnos en el comedor, qué se encuentran en los baños, niños escondidos que lloran, papeles que se tiran a la basura con ciertas cosas escritas en ellos, notificaciones familiares de carácter administrativo….) Para mí, son una pieza esencial, aunque quizá ésta sea otra canción que podamos abordar en próximos artículos.

Abramos, pues, los ojos, los oídos y la mente, y abrámoselos a toda la comunidad educativa sin dejar pasar por alto nada, ni el más mínimo indicio o sospecha. Hasta que llegue el día en que tengamos un compañero especialista en salud mental, será nuestra única herramienta.

Juanjo Millán

Juan José Millán

Jefe Dpto. Orientación del Colegio Suizo de Madrid

Director del Centro Psicopedagógico -ÁREA 44

Blog personal: blog.juanjosemillan.es

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