¿Cómo he llegado yo aquí? Una reflexión personal acerca de la orientación profesional y la intuición

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Saber cómo un orientador/a elige su profesión suele ser un misterio curioso pero interesante, más aún cuando son estos los profesionales que a veces más influyen, ayudan o aconsejan en la decisión vocacional de las personas. Ana Torres Jack nos cuenta su recorrido personal, desde que alguien le aconsejó hasta que ella misma descubrió la manera de combinar sus dos pasiones, la orientación educativa y el periodismo.

«A ti te iría bien estudiar Psicología o Periodismo», me dijo el psicólogo del colegio con voz grave y cara muy seria. ¡Pero eso ya lo sabía yo! Efectivamente, hacía tiempo que yo tenía claro que quería estudiar Psicología o Periodismo. Pero… ¿cuál de ellas?

Me había sacado de mi clase de Latín de COU para informarme de los resultados de unos larguísimos test de intereses profesionales que me había llevado cubrir toda una mañana. Yo esperaba que aquella reunión con él pudiera aportarme alguna clave de mi personalidad para poder decidirme por una u otra carrera. «Si me hubiese preguntado directamente lo que quería estudiar, me habría ahorrado cubrir todos esos cuestionarios y él corregirlos», pensé para mí mientras volvía cabizbaja y algo enfada a clase. «No me ha ayudado nada, y me ha dejado como estaba», me lamentaba. «En todo caso», reflexioné, «lo que tengo claro es que nunca trabajaré de psicóloga en un centro escolar, ¡vaya bluff»!

Esa fue mi primera idea de en qué consiste un psicólogo escolar. Y durante mucho tiempo, la única.  (Y es cierto que, hoy en día, los orientadores educativos no siempre cumplimos con las expectativas de nuestros «clientes».  ¡Normal! No somos magos ni tenemos bolas de cristal… Aunque nos encantaría ).

La vida me llevó, finalmente, a estudiar Psicología. Y digo la vida, porque al principio tampoco es que fuera una vocación clara y definida. Más bien fue una intuición, un sentido de grandísima utilidad que tenemos hoy en día muy olvidado a la hora de tomar decisiones. «Déjate de tantos cuestionarios de orientación vocacional, olvida esos análisis de salidas laborales  y no le hagas tanto caso a la orientadora de tu instituto, que te dice que con la Física y la Química lo vas a pasar mal en esa carrera de ciencias. ¿Qué es lo que te pide el cuerpo?, ¿qué es lo que te gustaría hacer si pudieras?, ¿qué es lo que te pasarías haciendo el resto de tu vida? Pues hazlo o, al menos, inténtalo. Siempre tienes tiempo de maniobrar «, les suelo decir a los más angustiados estudiantes ante una encrucijada en la que se tienen que decidir.

En fin. Allí estuve, en la Universidad Pontificia de Salamanca, enamorándome de la psicología y de la vida en general. Cinco años de placer pasan rápido. Con mi título de licenciada bajo el brazo, la especialidad de Psicología Clínica (continuaba sin tener el menor interés en la psicología escolar) y un buen expediente, me volví a Coruña con ganas de comerme el mundo. Pero casi me come él a mí…

Volver a la casa familiar, no encontrar trabajo y estar de bajón en plena época de los JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) era todo uno. Pero entonces me vi en la obligación de dar un paso adelante (Como en el chiste: «¿Tú que tomas para la depresión? ¿Yo? Decisiones»). Y guiarme otra vez por la intuición: me matriculé en el Máster de Periodismo de La Voz de Galicia y la Universidad de A Coruña. No tenía claro que tuviera las cualidades suficientes para estar a la altura de mis compañeros (muchos de ellos periodistas, filólogos…) pero me prometí a mi misma aplicarme todo lo posible y aprovechar la beca de la Fundación Barrié que me permitió embarcarme en estos nuevos estudios.

Le eché muchas horas, tuve muy buenos maestros, y sentí que me enamoraba del periodismo tanto como de la psicología. Una vez acabada esta formación, me llegaba otra vez esa inquietud de volver a estar en la calle. Pero enseguida llegó una oferta de trabajo para contratarme en… ¡un periódico deportivo! ¿Pero qué clase de broma pesada me tenía preparada el destino? Yo no sabía ni qué era un fuera de juego.

Pero lo aprendí.

Allí estuve un tiempo, escribiendo crónicas deportivas y biografías de futbolistas. Ese sí que fue un momento de desorientación total, entre la psicología (por entonces abandonada) y el periodismo (en el que tampoco veía fácil hacerme un hueco).

Hasta que me enteré de que había unas oposiciones para orientador a las que me podía presentar. No tenía mucho que perder, y algo me decía que, si había sido capaz de trabajar en un periódico deportivo sin volverme loca, bien podría encontrar mi hueco en un centro educativo. ¡Y en el mismo papel que aquel psicólogo de mi adolescencia!

Mucho más rápido de lo que esperaba, me vi al frente de un Departamento de Orientación, con una mezcla de ilusión, miedo e incredulidad. «¿Voy a ser capaz de orientar? Bueno, si fui capaz de escribir crónicas futbolísticas…», me animaba a mí misma.

Finalmente la orientación educativa me encandiló.

Prácticamente al mismo tiempo, desde La Voz de Galicia me pidieron una colaboración semanal sobre temas educativos que aún hoy continúa. Recuerdo con emoción cómo a mi jefe de sección, Fernando Garrido, le pedí permiso para bautizar mi página y encabezarla con el nombre «Orientación educativa». Le pareció muy buena idea, y así ha salido a la calle puntualmente cada miércoles desde hace 18 años. Ese sí que fue un momento bonito, de alineación de los astros, de encontrar mi sitio. Me sentí (y me siento) muy privilegiada. Por fin podía escribir sobre mi propia experiencia desde el Departamento de Orientación, y ofrecer a través del periódico los recursos e informaciones que yo veía que se demandaban desde los centros educativos. Por fin conectaba mis dos mundos: psicología y periodismo, orientación y divulgación.  No, si al final aquel psicólogo no iba tan desencaminado cuando se negaba a que escogiera un solo camino y renunciara al otro.

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Los primeros temas sobre los que empecé a escribir estaban pensados para que fueran trabajados en las tutorías: Técnicas de Estudio, Educación en Valores, Orientación Vocacional, Educación para la Salud… Aunque parezca imposible, en esos primeros años de expansión de los Departamentos de Orientación no había internet. Y si lo había, no contenía recursos de calidad. Así que nos los teníamos que inventar. Poco a poco empecé a sacar artículos dirigidos a tutores para mejorar la relación con las familias: cómo lograr una comunicación fluida, como informarles de las necesidades educativas y programas de apoyo, como pedirles su colaboración… Fruto de todo ese trabajo se editó la Guía de Orientación Educativa: 100 claves para padres y profesores.

Ya en los últimos años, en concreto desde hace cinco, pegué un giro que consideré necesario. Ya no era tan importante hablar de recursos para el tutor (internet es como una inmensa biblioteca al alcance de todos) como de ofrecer orientaciones básicas para las familias, más desorientadas que nunca y con poco tiempo y quizá criterio para buscar informaciones rigurosas pero sencillas. Así creé una «Escuela de Padres», en la que cada mes abordo un tema de interés a través de mis artículos: las nuevas tecnologías, la adaptación escolar, la educación no sexista, las claves del éxito académico…

Creo que hasta este punto, el de convertirme en orientadora y divulgadora de temas educativos en prensa y en otros medios, he llegado por intuición, por seguir aquello que me hace disfrutar y sentirme útil. Al final, como dice Ken Robinson, se trata de no perder de vista un  único objetivo: «¿No sabes lo que quieres hacer en la vida? Averigua qué te apasiona».

Programa prensa-escuela de La Voz de Galicia.

Los hijos: instrucciones de uso, del Programa Educabarrié.

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Ana T. Jack

anatorresjack.weebly.com


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3 comentarios en “¿Cómo he llegado yo aquí? Una reflexión personal acerca de la orientación profesional y la intuición

  1. Me ha encantado la descripción que haces del camino que tuviste que recorrer hasta llegar a tu actual ocupación profesional como orientadora educativa y cómo conseguiste combinar con ella tu pasión por el periodismo. Se transparenta en tu relato que la ruta no ha sido fácil, pero sin duda el empeño que pusiste en lograrlo hizo que tu proyecto pudiese llegar a buen término. Tu valioso trabajo como profesional de la orientación colaboradora en «Prensa-Escuela» ha permitido a tutores, orientadores y familias, encontar informaciones de interés y utilidad. Contribuyes con ello, sin duda, a visibilizar el desempeño profesional de orientadores y orientadoras. ¡Mis felicitaciones por ello! ¡Ah! Se me olvidaba felicitarte por un segundo aspecto: la gran pasión que impregna tu quehacer como orientadora. Es un privilegio poder trabajar en algo que a uno le guste y le permita imprimir pasión a lo que hace. Un verdadero placer que existen compañeros y compañeras como tú, que contagian su pasión por la orientación educativa.

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  2. Silvina, muchísimas gracias por tus amables palabras. Tienes razón en eso de que es un gran privilegio trabajar en lo que a uno le gusta. Creo que en ese sentido tanto tú como yo tenemos mucha suerte…

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  3. Me gustó mucho leer el relato vocacional de Ana.
    Me recordó que yo también fuí cayendo en la Orientación educativa por cuestiones del azar ( en una segunda parte os lo cuento) y que aunque en su día me parecían incluso golpes de mala suerte, ahora los visualizo como la «conexión de puntos» ( de la que habla Steve Jobs en Stanford) hacia este apasionante mundo de la Orientación.

    Un saludo a todos los Orientadores,a los de antes y a los de ahora.
    Por los de antes que iniciaron el camino, por los de ahora que tenemos que transitarlo.

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